hace algunos días vi en un programa de televisión que el amor tiene una fuerte relación - y en ocasiones tóxica, si me lo permiten decir- con la necesidad. Sea desde el ámbito que sea. Bien sea el amor a la familia, a la pareja, al trabajo, incluso al dinero y a la estabilidad económica. Todas las relaciones afectivas conllevan cierto nivel de necesidad que si lo analizamos en detalle resulta hasta un poco desolador y dañino.
Con esto no estoy diciendo que querer sea dañino, querer es una de las cosas más maravillosas de la vida. Pero necesitar a alguien o a algo implica que hasta cierto punto nos creemos incapaces de alcanzar ciertas cosas y yo soy de las que piensa firmemente que el ser humano tiene la capacidad de lograr lo que sea que se proponga. Sin necesidad de nada.
Necesitar algo implica llenar ciertos vacíos en el interior que cuando esa cosa que necesitamos ya no esté, será como sacar un tapón de esa llave que gotea. Los problemas volverán, con el doble de intensidad y la sensación de vacío se hará mucho más grande.
Muchas personas relacionan el amor con dolor, y no es que la vida esté exenta de él, es simplemente que el dolor como agente paralizante es tóxico. El dejar de vivir- y por dejar de vivir no me refiero nada más a morir físicamente, sino al cese abrupto de esas actividades que nos hacían sentir plenos-, simplemente porque alguien que jugaba un rol en nuestra vida, ya no lo quiere jugar más, es una de las cosas más injustas que nos podemos hacer a nosotros mismos. Puedo amar mucho a mis padres, a mis hermanos, a mi novio, a mi empleo, a mis amigos y a mi profesión, pero el día que uno de ellos deba irse no significa el apocalipsis. Significa un cambio que sí, me entristecerá un tiempo como parte de todo proceso de duelo, pero no me va a paralizar toda la vida. No si yo no lo permito.
"¡Pero yo te necesito!" Muchas personas verán una declaración de esta naturaleza como lo más romántico del mundo, pero el necesitar a alguien para ser feliz resulta un poco triste hasta cierto punto. Una responsabilidad tan grande como la felicidad no puede ser dejada en manos de otra persona que también debe lidiar con sus propias inseguridades, con su propia felicidad. Es como dejar tu más valioso capital en manos de alguien más que no sabes si mañana debe irse.
Soy partidaria de que las circunstancias y las personas son transitorias y por ende debemos hacer lo posible por no apegarnos a ellas. No quiero decir con esto que no las disfrutemos, pero no debemos convertirlas en el eje de nuestro mundo, en nuestra única compañía, en nuestro único motivo de existencia. Porque, lo único realmente necesario para vivir es el oxígeno que respiramos, y eso porque resulta preponderante para las funciones corporales. No podemos comparar a ese ex que ya no te quiere con el aire... solo la comparativa es absurda.
La relación que mantenemos con nuestro entorno debe ser vivida día a día, pero también con la consciencia de que esa persona o circunstancia pasará. Y que cuando eso suceda será porque es parte de vivir, y como experiencia de vida se debe obtener lo mejor de ella... para luego dejarla ir.
Por eso, la próxima vez que alguien te diga que te necesita... no te enorgullezcas, al contrario, ayúdale a entender que aunque tu presencia le complemente y saca lo mejor de él o ella, no eres indispensable; no eres vital como el aire. Enséñale a amarte, pero sin necesitarte, sin depender de ti. Para que el día que no estén juntos pueda seguir... igual que tu.
Y si eres de aquellos que necesita de alguien/ algo, para ser feliz; no es así. Al final del día tu más valiosa compañía eres tu mismo. Aprende a valorarla, porque tu potencial no puede ser menoscabado por alguien que ya no puede acompañarte o por una circunstancia que no puede continuar. Las personas, las cosas... no son oxígeno; y por ende, podemos seguir cuando tengan que marcharse.
Carlix
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