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Lo que eres/ lo que son Vs. Lo que quieren que seas/ lo que quieres que sean

Desde que tengo memoria y consciencia sobre mi vida sentimental, siempre me había causado un poco de decepción que las personas que me atraían o me gustaban nunca actuasen como yo esperaba. Debo admitir que no soy de las que recibe flores con frecuencia o tiene fotos muy románticas con su pareja, no sé decir exactamente si fue porque ya quemé esa etapa, o porque las parejas que me han tocado son totalmente opuestas a mi en ese aspecto, entonces llegó un momento en que dejó de importarme.

La primera vez que me enamoré de alguien, esta persona odiaba tomarse fotos... la única prueba que tenia de que era mi novio era que la gente nos viera en la calle o que me creyeran. Tampoco veía con buenos ojos las muestras de afecto en público como tomarse de la mano o abrazarse. Siendo lo suficientemente honesta creo que en esta situación me forcé a aceptar que el hecho que yo fuese efusiva no implicaba que todos tenían que serlo... entonces lo acepté. Pero una parte de mi sentía que no estaba siendo yo misma, que esa parte de mi siempre debía estar reprimida simplemente porque a él no le gustaba. Ojo, no lo culpo, la personalidad de cada quien es algo que no debemos intentar cambiar para que se amolde a como queremos que sea, pero... ¿Hasta que punto dejas de ser tu, para que la otra persona esté contenta?

Durante muchos años, tuve esta malísima costumbre de amoldarme a las personalidades de los demás para no estar sola, y no solo de mis parejas, sino de mis amigos, mis compañeros de clase y de trabajo. Sentía que para ser aceptada tenía que ser una amalgama de todo lo que los demás querían que fuera, y no ser yo... ser yo misma era terrible, porque ser yo misma implicaba que no a todos le iba a agradar. 

Fueron años extenuantes, uno se cansa física y emocionalmente. Llega un momento en que no soporta a nadie a su alrededor. Y allí es cuando viene el cambio repentino. Debo admitir que durante años guardé mucho rencor a mucha gente sin necesidad, ellos no me forzaron a cambiar, fui yo la que quiso agradarles. Al final, tratar de agradar causa mucho daño. No aceptarse tal cual uno es, causa mucho daño.

Yo no creo en el matrimonio, pero debo admitir que, a veces, una parte de mi sueña con ese momento en que se arrodillan y te piden que seas su compañera el resto de su vida. Las bodas son hermosas y emotivas, vestir como una princesa e imaginar su cara impactada al verte caminar hacia el altar que el 90% de las veces muestra que está más asustado que tu, pero que está más convencido que nunca que tu eres la elegida. No sé si las películas románticas han sembrado en mi subconsciente esta idea y yo no he podido desprenderme del todo de ella, pero me gusta soñar de vez en cuando. Sin embargo, mi novio no cree en las bodas, cree que son un gasto innecesario y yo lo respeto completamente, obligarlo a que piense igual que yo es una falta de respeto a su identidad, a su individualidad. Es egoísta de mi parte exigirle que haga algo que no comparte. Me devuelve a mis días de universitaria cuando me forzaba a compartir cosas en las que no creía para que los demás me aceptaran. 

A diferencia de la primera historia, en donde decía que sentía que no era yo misma al restringir mis muestras de afecto, en esta ocasión aprendí a entender los motivos del otro y a aceptarlos. Creo que con los años, he entendido que querer a alguien implica muchas veces negociar y ceder. La pareja que tengo actualmente me permite ser todo lo creativa e independiente que quiera ser, acepta cuando quiero estar sola y acepta cuando quiero tomarlo de la mano y que me abrace, así estemos en medio de una multitud. Forzarlo a esta sola cosa que no comparte conmigo es egoísmo, y allí es donde decido ceder. 

Creo que a lo largo de las relaciones que uno tiene en su vida, todas estas van quemando algún cartucho psicológico de alguna forma. Yo he aprendido a no relacionar el amor con la cantidad de mensajes y fotos, he aceptado que cada cierto tiempo uno debe estar solo consigo mismo, y que el amor se construye, no se consigue prefabricado como las películas lo pintan. Es un trabajo diario, de caer y levantarse, de fallar y volverlo a intentar, de aprender a tolerar y aceptar... pero sobre todo de quererse antes de querer al otro. Solo así, el amor deja de ser una necesidad y se convierte en un complemento. Como la cereza en el helado, lo hace más delicioso, pero tampoco te vas a morir si no la tiene... espero que la analogía sirva.

Existe una linea muy delgada entre el ceder y negociar y el renunciar para que el otro esté feliz y no se aleje. Creo que son situaciones distintas que tienden a confundirse en la medida en la que uno necesita de otro para estar tranquilo, Creo que el que alguien te complemente no quiere decir que lo necesitas... comenté hace algún tiempo en un artículo que lo único verdaderamente imprescindible es el aire, las personas y las cosas son transitorias, y como tales no deben ser primordiales para nuestra felicidad, porque tarde o temprano deben irse. 

Además, el que la otra persona no exprese su afecto en la forma en la que tú lo quieres, no quiere decir que no te quiera. A veces, esa canción o esas flores, se sustituyen por un "Todo estará bien" en el momento indicado, un hombro que te apoye, o la disposición a hablar cuando existe un conflicto. 

Por eso, no siempre debemos esperar que el otro nos dé todo aquello que el romanticismo rosa nos ha vendido por años, a veces, las mejores demostraciones de afecto... están en esos detalles simples, pero valiosos. 

Carlix.. 

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