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Cuando ser positivo se convierte en una obligación

Sinceramente no quiero hablar de política aquí... creo que es uno de los pocos lugares en mi entorno que no quiero que se contaminen con ese tema. Sin embargo, estas semanas han sido de las más duras que me ha tocado vivir, no solo por el contexto nacional en general, sino porque he tenido que forzarme a ser positiva, cosa que, dada mi naturaleza, nunca pensé que pasaría.




Si hay alguien que me lee fuera de Venezuela (¡Gracias!) debe saber que a nivel político es una constante batalla de egos (no encuentro otra forma de llamarlo) con nosotros - el ciudadano a pie- en el medio. Mientras los altos señores juegan a la guerra, el de abajo es el que hace las largas filas para comprar en los pocos sitios donde se consigue qué comer, curarse las enfermedades o con qué asearse. Al mismo tiempo tenemos que luchar con otros ciudadanos a pie que creen que revender lo que escasea es una tremenda idea de negocio y creo que debido a su alto nivel de ignorancia no se dan cuenta que lo que hacen es agravar más el problema. Pero no hablaré de eso aquí. Lo que me atañe es como he estado en guerra contra la depresión y el desgano desde hace ya varios días.

Mi mamá y mi papá, que son del tipo de personas que parecen no ceder ante las crisis, y los que me enseñaron a hablar de la solución, más no del problema, han comenzado a flaquear y es muy difícil para mí mantener la cordura en medio de una situación tan crítica y más aún que estoy comenzando una nueva profesión en la cual aún no puedo decir que me he consolidado.

Entonces, ante crisis como esta, uno se obliga a ser positivo para no enfermar de angustia o peor, caer en un colapso nervioso. Repetir todos los días el mantra "esto es temporal, esto pasará. Nada es para siempre" a veces no basta. Uno se cansa de trabajar y esperar, de cumplir con su rol mientras los demás no, de ceder, de cambiar una cosa por la otra porque ya no se consigue... incluso acaricia la idea de dejar ir sus sueños porque "No, en este país ya no se puede". 

Yo tuve un profesor de Japonés que es realmente positivista. Me decía constantemente que si uno no es feliz con la vida que lleva debe cambiarla en algún modo, él fue el primero que me aconsejó dedicarme de lleno a la escritura y la locución si eso era en verdad lo que me apasionaba en vez de pasar ocho horas diarias de mi vida sentada en una oficina mientras ayudo a otro a cumplir sus sueños.

Y aunque económicamente me va mejor incluso que cuando ejercía mi carrera, caer en cuenta que no importa lo mucho o lo poco que ganes solo servirá para comer - y a medias- es un golpe muy duro, incluso para mí que llevo las enseñanzas de mi Sensei grabadas a fuego. Es una guerra constante con mi lado más pesimista, lucha que no gano todos los días precisamente.

Sin embargo, creo que es ese anhelo por lo que sueño el que me impide darme por vencida de una vez y tirarme en mi cama a existir hasta que la crisis me trague. Creo que es esa personalidad obstinada que me dieron mis padres la que me mantiene aun peleando, incluso cuando las circunstancias son desfavorables. Es la voz de mi Sensei diciéndome "No seas parte del problema, sé la solución"  e incluso soy yo misma recordándome que tirada en mi cama nadie me va a solucionar la vida.

Sí, lo sé, la situación es horrible, lo ha sido desde hace ya un tiempo, pero ¿Qué gano echándome a morir? ¿Qué gano estorbándole a mis padres? ¿Sentándome a llorar llegarán mis sueños, la comida, ese pasaje que me llevará lejos de este país? No lo creo. Tengo que trabajar, tengo que levantarme todos los días y luchar... hasta que lo logre o muera en el intento, no hay de otra.

Alguien le preguntó una vez a Will Smith cómo lidiaba él con las malas rachas y respondió que lo que lo diferenciaba del resto de las personas es que él estaba tan seguro de lo que quería para sí mismo que podía morir por eso si era necesario "Los demás pueden tener más talento, pero yo estoy dispuesto a morir en la corredora".

Si a alguien llegan estas palabras le diría que sí, lo sé... el camino es oscuro y tenebroso y no se ve luz alguna, pero no creo que echándonos a morir logremos algo. Solo llenarnos de frustración y rabia. Se debe luchar todos los días con la esperanza - por más pequeñita que esta sea- de que más temprano que tarde las cosas se tornarán mejores. "Nada es para siempre" reza el dicho, y yo quiero aferrarme a él para no caer.

Por eso levántate de la cama, respira, sonríe y camina... la palabra sin acción, está muerta.

Kuro!

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