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Amor y control

Debo comenzar por confesar algo. Soy muy miedosa en cuanto a relaciones de pareja se refiere. No sé si viene de que mis relaciones sentimentales no han sido muy buenas, o que en el fondo sigo siendo un poco insegura, pero las relaciones amorosas me generan puntos muy altos de ansiedad. Sobre todo para mí que me gusta controlarlo todo.

Con respecto a lo último, sí, me gusta estar en control de muchas cosas. Desde lo que como hasta como me siento y con quien me junto. Eso quizá se contradice un poco con el hecho de que soy muy extrovertida e incluso confianzuda. Pero en lo que respecta a mí, a lo que implica mi vida, me gusta llevar un plan y siempre saber a qué debo atenerme... supongo que me ahorra el tener que llevarme chascos - que no, no me los ha ahorrado- y aunque sé que está muy mal, siempre ha sido parte de mi personalidad esperar que las cosas terminen de la forma más catastrófica posible.

Claro, he trabajado en eso y he aprendido a ser un poco menos exigente con cosas que solo deben dejarse fluir naturalmente (los amigos, las citas, incluso el trabajo), para ser una persona tan arriesgada, temo siempre a los fracasos interpersonales, sean del tipo que sean, amigos, parejas, etc, etc,.

El caso es que, ahora que estoy comenzando una relación con alguien que considero es un excelente complemento; no puedo evitar preguntarme hasta qué punto estamos bien. O, planteándolo mejor, hasta que punto mi necesidad de controlar las cosas va a comenzar a incomodarlo (cosa de la que me he abstenido totalmente), incluso, como muchas personas que conozco me han planteado, no evito preguntarme hasta qué punto le parezco interesante, o si soy de esas personas que dan ganas de hablar por horas... o si soy solo yo la que está imaginando cosas.

Lo que me parece risible de todo esto, porque me parece muy gracioso que después que uno va pregonando por ahí que se siente lo suficientemente seguro de sí para poder estar tranquilo no importa si siente que llena las botas o no, sea víctima de sus propias palabras. Ojo, no digo con esto que mi novio haya hecho algo mal; él no es perfecto como todo ser humano, pero este post es sobre mí lidiando con mis inseguridades. De nuevo.

Pareciera un miedo constante a equivocarse y hacerlo mal. Sobre todo porque las consecuencias a las que uno tiene que enfrentarse; ya saben el pote de helado gigante y las lágrimas, y la sensación de que uno no sirvió para absolutamente nada. Sin embargo, soy de las que pienso que uno tiene que sobreponerse a ese miedo, porque el miedo no puede convivir con el amor de ninguna manera.

Lo que nos ha hecho buenos como seres humanos es la habilidad de aprender después de una equivocación. Básicamente estamos donde estamos gracias al ensayo y al error, no obstante, cuando se trata de relaciones; parece ser que el temor al fracaso, a "poner la torta"; como dicen en Venezuela lo paraliza a uno, incluso a veces poniendo fantasmas donde no los hay. Uno se vuelve paranoico y no es cuestión de que la otra persona dé motivos, si no de sus propias inseguridades, de esa serie de cosas sin resolver que dejan fracasos anteriores.

Lo que quiero exponer con este artículo, a ver si educo a alguien y me educo yo también; es que uno debe renunciar absoluta, irrevocable e irreversiblemente  a la necesidad de controlar todo, precisamente porque uno no es todopoderoso... no se puede controlar todo, ni en el amor ni en el trabajo, en nada en la vida... es una necesidad agotadora y desgasta mental y emocionalmente. Uno debe conocer hasta donde puede dar y darlo todo si quiere, y ya después verá que hizo bien o qué puede mejorar, pero la angustia previa al desastre es una pérdida irrecuperable de tiempo. Eso sin dejar de mencionar que puede ser la raíz del desastre en primer lugar. No quiero tirármelas de Carlos Fraga, el hace muy bien su trabajo; solo estoy usando esto como una conversación entre ambos hemisferios de mi cerebro.

Pero, volviendo al tema, si usted siente miedo porque su pareja no le escribe lo suficiente, no la mima lo suficiente, teme que usted no es lo suficientemente culto o interesante, o atractivo... ¡Dígalo! Todas las veces que nos han dicho que conversando se entiende la gente no deben ser en vano o de adorno, deben servir para algo ¿No?

Y, dejemos el miedo, dejemos el temor a no dar la talla, a no llenar las botas. A no ser suficientemente atractivas o inteligentes, o fascinantes. Si estamos allí, si esa persona nos escogió es porque vio en nosotros algo que no había en los demás... demos más crédito a su criterio de selección y demos más crédito a lo que valemos como personas.

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