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La paradoja de la productividad

Seré honesta. Nunca me había sentido tan improductiva como desde que tengo más tiempo libre.


En los últimos meses le he tomado una rabia desmedida a la frase "O te reinventas o mueres". Quizás la intención de la persona que la dijo no era convertirla en un arma para que durante una pandemia global cualquier persona pudiese llamarte mediocre impunemente, pero siento que es un arma en este momento. Algo que mucha gente está usando para culparnos por sentir confusión, incertidumbre y ansiedad en momentos tan difíciles como estos.

Actualmente más del 50% de la población mundial se encuentra en aislamiento. Muchas personas pasaron a modalidad de teletrabajo, otras están con permisos (pagados o no), vacaciones, suspensión de actividades, clases en casa, incluso fueron despedidas porque muchos minoristas y empresas pequeñas no pueden (o quieren) asumir los costos de sus sueldos.

Es una época muy estresante. Y aunque muchos queremos dedicarnos a escribir, dibujar, aprender dos idiomas más, leer el doble o tomar cursos gratuitos online, muchos de nosotros nos sentimos emocionalmente incapaces de hacerlo ¿Y saben algo? Esta bien. Es una crisis de salud global, no unas vacaciones ni un concurso de productividad.

Este año dije que por fin terminaría un proyecto personal que he aplazado por demasiado tiempo, y al igual que yo creo que muchos teníamos demasiados planes que han quedado en el limbo porque no sabemos que va a pasar. Y decirnos que en momentos de crisis, no tomar un libro no es falta de tiempo, sino de disciplina; es insensible.

Escuché en un live de un reconocido psicólogo que forzarnos a la productividad en momentos como este parece ser una de las miles de formas que encontramos como humanidad de evadir la realidad en la que estamos y cómo enfrentaremos la situación a futuro. Sentir incertidumbre y ansiedad y buscar como distraernos es válido, pero forzarnos a permanecer en positividad tóxica, menospreciando a quienes no pueden ser tan productivos como nosotros es síntoma de un trastorno más grave, de disociación.

Yo no soy psicólogo, creo en ellos. Y sé de primera mano que quise ser productiva los primeros días de aislamiento. Que escribí como nunca y que medité religiosamente y que descargué aplicaciones para aprender francés y portugués... y que luego de una semana y media solo quise dormir para que los días pasaran sin que me diera cuenta. Y siendo parte del grupo afortunado que conservó su empleo, que no tengo hijos, que tengo un techo sobre mi cabeza y comida en mi alacena no pude mantener mi sanidad intacta. Siento mucha angustia por aquellos que la están pasando mal.

Entendí después de pensar mucho, de llorar mucho y de tener estas conversaciones conmigo misma que sí, en teoría tengo más tiempo libre; pero mi psiquis, mi mente y mis emociones están lidiando con un proceso mucho más complejo allá afuera. Y que si lo único que puedo hacer productivo es levantarme de la cama, entonces es una victoria suficiente y mi futuro yo me lo agradece.

Les dejo este maravilloso artículo del Harvard Business Review que explora lo que sentimos en estos momentos. No tiene desperdicio.

Carlix.



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