Desde hace meses no escribo en este blog... y me hizo mal. Y es que, en honor a la verdad es como faltar a terapia, o empezar a saltarte las dosis de medicamentos. Al principio crees que no pasará nada y a largo plazo te das cuenta que nunca debiste dejarlo.
Y es que han pasado un par de cosas. Una de ellas es que me mudé... de paìs, de clima y de gente. Y es que hasta que uno no lo vive piensa que lo que lee en internet son puros cuentos. Que a uno no le va a afectar; y se miente descaradamente porque si le afecta, más de lo que uno incluso se da cuenta.
Al principio yo lo hallé como una experiencia maravillosa -que no ha dejado de serlo-, pero cuando caes en la realidad de que no estas turisteando sino emigrando, todas las cosas que uno daba por sentado comienzan a echarse en falta. Los padres, los hermanos, los amigos, el clima, la comida, incluso ese documento detestable que te garantizaba que bueno, que ese territorio es tuyo y que nadie te va a tratar mal en tu casa.
Para nadie es un secreto como estàn las cosas en Venezuela, por eso no voy a ahondar en eso. Pero si algo es cierto es que el periodo de transición de esa vida que uno conocía a esta nueva a miles de kilòmetros de distancia está lleno de emociones y una de ellas (y me atrevería a decir que la protagonista) es la ansiedad. Uno comienza a sentirla a niveles casi abrumadores. Ansiedad por dónde va a dormir, por donde va a vivir, qué vas a comer, qué vas a hacer, dónde trabajo, cómo me legalizo, cómo me adapto, ¡¿Cómo demonios hago amigos?!
la ansiedad comienza a tomar la forma de las personas que uno quiere; y comienza a perturbar. A mi cada noticia que leìa de Venezuela me ponìa al borde de un ataque de nervios. Y uno comienza a entender a los que se fueron antes. Aquì las noticias de allà son muy diversas y van desde que se estàn matando a que no hay como salir. Y uno comienza a sentir que aparte de huir del barco no volverà a ver a su mamá o a sus hijos nunca más. Y eso daña la psiquis de maneras casi irreversibles. Sé de casos de gente que consiguiò sacar a su familia de Venezuela y la eliminò de su existencia, ese paìs no existe aunque lleve su nacionalidad. ¿y còmo los culpas? ¿Quien quiere saber de alguien que le dañó tanto?
Yo lloré, aun lloro mucho. Ver fotos de mi mamá, mi papá o mi hermana me lastiman. Ver fotos de mi novio me quiebra terriblemente. Y no me atrevo a veces a llamarlos porque uno no se quiere quebrar en frente a los que quiere, no quiere angustiar a nadie y menos que el motivo por el cual uno está haciendo todo esto lo escuche llorar como perro apaleado. Porque en el fondo todos sabemos que esto es lo mejor para todos.
La ansiedad por el futuro se manifiesta de formas muy diferentes de persona a persona. Algunas reviven vicios que creìan extintos. Una compañera de trabajo (Colombiana) revivió la dañina costumbre de fumar desde que no ve a sus hijos. Yo por lo menos tengo sueños donde mi novio me olvida o mi casa se derrumba con todos adentro. No quiero imaginar por un segundo como están aquellos que no ven a sus hijos.
A veces sueño que estoy en casa, y cuando despierto y me doy cuenta que no es abrumador. Pero poco a poco se comienza a aceptar que esta es la realidad nueva y que esto es para mejor. Porque cuando entiendes que ayudas más estando aquí te sientes útil. Allá te sentirías frustrado por no poder hacer más nada.
Uno adquiere una actitud un poco gris a primera instancia. Cualquier cosa apreta el corazón y causa un nudo en la garganta. A veces se enoja sin motivo, porque se siente solo y siente que nadie quiere ayudarle, pero todas esas cosas se convierten en el catalizador de la paciencia. Porque por muy cliché que suene para emigrar se necesita eso; paciencia.
Pero no todo es tan malo, ni tan gris. Uno descubre nuevo sitios a donde puede llevar a los suyos cuando lleguen, conoce gente nueva que es noble y gentil (¡Jael, te quiero!) e incluso comienza a entender el valor de la autoconfianza y a defenderse solo también por la vida. Es como un entrenamiento samurai, solo que en vez de soltarte en medio del bosque con tu espada a cazar venados te sueltan en el centro de Santiago con pasaporte en mano a buscar trabajo.
Así que si eres emigrante y lees esto, ¡Ánimo! las cosas mejoran, no a la velocidad que uno quisiera, pero mejoran. Y si eres de los que piensa hacerlo, no es miel sobre hojuelas los primeros meses, pero definitivamente se goza un montón en el proceso... aunque con unas lágrimas también.
Y es que han pasado un par de cosas. Una de ellas es que me mudé... de paìs, de clima y de gente. Y es que hasta que uno no lo vive piensa que lo que lee en internet son puros cuentos. Que a uno no le va a afectar; y se miente descaradamente porque si le afecta, más de lo que uno incluso se da cuenta.
Al principio yo lo hallé como una experiencia maravillosa -que no ha dejado de serlo-, pero cuando caes en la realidad de que no estas turisteando sino emigrando, todas las cosas que uno daba por sentado comienzan a echarse en falta. Los padres, los hermanos, los amigos, el clima, la comida, incluso ese documento detestable que te garantizaba que bueno, que ese territorio es tuyo y que nadie te va a tratar mal en tu casa.
Para nadie es un secreto como estàn las cosas en Venezuela, por eso no voy a ahondar en eso. Pero si algo es cierto es que el periodo de transición de esa vida que uno conocía a esta nueva a miles de kilòmetros de distancia está lleno de emociones y una de ellas (y me atrevería a decir que la protagonista) es la ansiedad. Uno comienza a sentirla a niveles casi abrumadores. Ansiedad por dónde va a dormir, por donde va a vivir, qué vas a comer, qué vas a hacer, dónde trabajo, cómo me legalizo, cómo me adapto, ¡¿Cómo demonios hago amigos?!
la ansiedad comienza a tomar la forma de las personas que uno quiere; y comienza a perturbar. A mi cada noticia que leìa de Venezuela me ponìa al borde de un ataque de nervios. Y uno comienza a entender a los que se fueron antes. Aquì las noticias de allà son muy diversas y van desde que se estàn matando a que no hay como salir. Y uno comienza a sentir que aparte de huir del barco no volverà a ver a su mamá o a sus hijos nunca más. Y eso daña la psiquis de maneras casi irreversibles. Sé de casos de gente que consiguiò sacar a su familia de Venezuela y la eliminò de su existencia, ese paìs no existe aunque lleve su nacionalidad. ¿y còmo los culpas? ¿Quien quiere saber de alguien que le dañó tanto?
Yo lloré, aun lloro mucho. Ver fotos de mi mamá, mi papá o mi hermana me lastiman. Ver fotos de mi novio me quiebra terriblemente. Y no me atrevo a veces a llamarlos porque uno no se quiere quebrar en frente a los que quiere, no quiere angustiar a nadie y menos que el motivo por el cual uno está haciendo todo esto lo escuche llorar como perro apaleado. Porque en el fondo todos sabemos que esto es lo mejor para todos.
La ansiedad por el futuro se manifiesta de formas muy diferentes de persona a persona. Algunas reviven vicios que creìan extintos. Una compañera de trabajo (Colombiana) revivió la dañina costumbre de fumar desde que no ve a sus hijos. Yo por lo menos tengo sueños donde mi novio me olvida o mi casa se derrumba con todos adentro. No quiero imaginar por un segundo como están aquellos que no ven a sus hijos.
A veces sueño que estoy en casa, y cuando despierto y me doy cuenta que no es abrumador. Pero poco a poco se comienza a aceptar que esta es la realidad nueva y que esto es para mejor. Porque cuando entiendes que ayudas más estando aquí te sientes útil. Allá te sentirías frustrado por no poder hacer más nada.
Uno adquiere una actitud un poco gris a primera instancia. Cualquier cosa apreta el corazón y causa un nudo en la garganta. A veces se enoja sin motivo, porque se siente solo y siente que nadie quiere ayudarle, pero todas esas cosas se convierten en el catalizador de la paciencia. Porque por muy cliché que suene para emigrar se necesita eso; paciencia.
Pero no todo es tan malo, ni tan gris. Uno descubre nuevo sitios a donde puede llevar a los suyos cuando lleguen, conoce gente nueva que es noble y gentil (¡Jael, te quiero!) e incluso comienza a entender el valor de la autoconfianza y a defenderse solo también por la vida. Es como un entrenamiento samurai, solo que en vez de soltarte en medio del bosque con tu espada a cazar venados te sueltan en el centro de Santiago con pasaporte en mano a buscar trabajo.
Así que si eres emigrante y lees esto, ¡Ánimo! las cosas mejoran, no a la velocidad que uno quisiera, pero mejoran. Y si eres de los que piensa hacerlo, no es miel sobre hojuelas los primeros meses, pero definitivamente se goza un montón en el proceso... aunque con unas lágrimas también.
Carlix.
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